Se trata –es preciso subrayarlo- de una demostración de adultez política y de convicción en la imprescindible tarea de fortalecer los lazos de unidad entre organizaciones populares comprometidas con el lema convocante: la unidad de la Patria Grande latinoamericana. Y esto vale tanto para los convocantes nacionales como para aquellos que, desde países hermanos, acudirán al llamado. Las centrales sindicales de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, junto a la CTA liderada por Hugo Yasky; los estudiantes chilenos de la CONFECH; el centenar de delegados venezolanos en representación de las organizaciones populares bolivarianas; los docentes de la Internacional de la Educación para América Latina y, junto a todos ellos, embajadores acreditados en Argentina, cancilleres y ministros de diversos países de la región, no han escatimado esfuerzos para sumarse a esta jornada que cada uno siente como propia. Es que superando dudas y resquemores, ha primado aquí la certeza de que esta iniciativa podía y debía ser una forma auspiciosa del protagonismo colectivo, horizontal y fraterno, condición inexcusable para profundizar aquello que, en 2005, fue una derrota en toda la línea de la estrategia de dominación tempranamente urdida en el Consenso de Washington.
Por eso no sorprende –aunque sí sea un símbolo de la responsabilidad compartida por los participantes- que hoy salga desde el Monumento al Trabajo una caravana con más de cincuenta micros y a la noche, desde Plaza Constitución, lo haga un convoy ferroviario que, a diferencia de aquel otro de 2005 que se conoció como el “Tren del No al ALCA”, se identifique como el Tren de la UNASUR.